Tuesday, May 17, 2005

La vecina

Durante años fue una joven con sentido común. Pero la vida universitario tuvo sus riesgos. Las fiestas en el puerto marítimo de la capital mediterránea pasaban factura. Pero quien más sufría era su tabique. Aún quedaban dos años para abandonar la ciudad de su fin y cada vez era más necesario el dinero. Hasta que un día se fijó en el espejo. Vio una chica guapa. Supo que su cuerpo se vendería bien. A partir de entonces su pequeño frente al horizonte fue un ir y venir de hombre. Más que hombres, depósitos de esperma.
En una de esas tardes, fingía gemidos estruendosos sobre un tipo gordo, peludo y de pene perezoso. Pero, de pronto, cuando actuaba aquel éxtasis, oyó un ruido seco. Un disparo. En aquel instante supo que venía del piso de su extraño vecino. Apurada, acongojada, corrió en busca de ese hombre a quien había hecho creer que el gordo del pene perezoso, cliente asiduo, era su novio. Se encontró la puerta señaladamente abierta y entró. En cuanto vio aquella imagen se lanzó por la ventana que estaba frente al vecino de vida extinta. Era el único hombre por el que había sentido verdadera atracción en toda su vida. Era el sueño de conseguir salir de aquella pesadilla en la que se había convertido su sueño.
Su cuerpo se estrelló contra la acera. Los viandantes se estremecieron en chillos. Mientras, el viento movía las palmeras. Impasibles a la desgracia lejana. Como todos.

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