MicroRelatos

Thursday, September 21, 2006

Quisimos jugar al amor

Cuando te conocí tú dormías con un peluche y yo no sabía dormir sin compañía. Pronto nos hicimos amigos; inseparables. Tú eras tú yo era yo. Tu tenias tus dudas y yo las mías pero entre los dos nos las solucionábamos y creábamos otras nuevas para no aburrirnos. Eso era bonito. Sin embargo, un día, quisimos jugar al amor.

Nunca estuve seguro de si fuiste tu quien quiso probar el sabor de mi boca o si fui yo quien se aventuró a descubrir el tacto de tu lengua. La cuestión es que un día, dijimos que sí, que éramos amigos pero que también podíamos ser algo más. Y así decidimos jugar al amor.

Mucho ha llovido desde entonces. Se que a ti te costó acostumbrarme a que no durmiese con otra, casi lo mismo que a mi me costó acostumbrarte a desterrar tus peluches y a dormir conmigo. El tiempo pasaba rápidamente y, mientras yo me acostumbraba a tu piel suave, tú te convertías en señora y cartógrafa de mi cuerpo. Juntos jugábamos al amor.

Y mientras jugábamos, poco a poco, fuimos olvidando nuestra amistad. Tu seguías teniendo tus dudas y yo las mías, pero ya no las solucionábamos juntos. Mientras nuestros cuerpos se acercaban, nuestros corazones se separaban. La cama, compartida cada noche, empezaba a hacerse pequeña al tiempo que las discusiones crecían. Pero nosotros seguíamos jugando al amor.

Y un día el juego se acabó. Yo buscaba tu boca, ansioso, pero tropecé con tu mejilla de amistad, cuyo tacto, antes amado y ahora olvidado, me desconcertó. Me creó un mar de dudas y un océano de enfados. Lo único que obtuve de tu boca ese día fue la noticia de que el juego había terminado.

Y ahora, mientras tu buscas mi boca de nuevo, yo te ofrezco el olor a after shave de mi mejilla porque el juego ha terminado. Quisimos jugar al amor y lo hicimos. Pero ya no. Ahora volvemos a ser los de antes, los amigos inseparables. Todo vuelve a ser como fue al principio salo una cosa: ahora soy yo quien duerme abrazando a un peluche y eres tu quien quiere tener su cama llena de gente. Tal vez así sea mejor. Tal vez sea verdad que el juego del amor terminó.

Friday, June 02, 2006

Gema

Gema no vivía sola, pero tampoco acompañada, al menos no realmente acompañada. Vivía en un piso de alquiler con otras dos compañeras, pero casi nunca las veía pues le encantaba pasar varios días seguidos en su habitación sin salir de ella. Y si lo hacía, era sólo para ir a clase y volver. Ni siquiera para comer salía, prefería traer la comida de la calle y tomarla en su cuarto.

Aunque a sus compañeras este comportamiento no les parecía nada normal, la respetaban y procuraban no opinar sobre sus hábitos. Simplemente hacían como si eso fuera normal y si, alguna vez se la cruzaban por la casa, la trataban como si fuesen las mejores amigas del mundo y conviviesen en perfecta armonía.

A Gema no le gustaba que sus compañeras nunca le prestasen atención. No es que se encerrase en su habitación para llamar la atención, si no más bien lo contrario: se encerraba allí para no molestar a nadie con sus problemas y llantos. Y es que pasaba casi todo el día llorando. Sin embargo nunca jamás nadie abrió la puerta de su habitación para ver que le pasaba. Nunca jamás nadie en esa casa la abrazó y la acunó como hacía su madre cuando Gema era una niña y lloraba.

Se sentía sola, muy sola. No es que nunca hubiese tenido amigos, si no que fue perdiéndolos poco a poco. Ninguno de ellos la entendía, muchos pensaban que estaba loca. Ella no se molestaba en corregirles y se conformaba con verlos alejarse poco a poco hasta que ya no llegaban apenas a saludarse cuando se cruzaban por la calle.

Pero un buen día, sin avisar a nadie, tomó una arriesgada decisión: no volvería a estar sola. Planificó punto por punto su plan para no tener más que llorar. Lo primero que hizo fue inventarse unos amigos. No es que pensase acompañarse de ellos, si no utilizarlos como una excusa para ser un poco más sociable. Simulaba que esos amigos la llamaban por teléfono y ella salía al pasillo de la casa para hablar con ellos, de forma que sus compañeras escuchasen como quedaba con ellos.

Su siguiente paso fue pasar por esa habitación tan hostil que era el salón de casa. Se marcó el objetivo de estar allí, al menos, una hora al día. Sus compañeras descubrieron, poco a poco, que había alguien más allí y empezaron a hablar de sus cosas con ella. Eso parecía hacerlas felices. Sin embargo a Gema no le importaban lo más mínimo los temas banales de los que hablaban, pero se aguanta y se hacía la interesada.

Un día, decidió preguntarles si podía salir de fiesta con ellas, pues sus amigos no iban a salir esa noche. No les pareció mal. Las tres salieron y se emborracharon y lo pasaron bien. Una de ellas ligó, las otras dos se reían de ella diciéndole que el chico tenía cara de rana.

A la mañana siguiente, aún resacosa, Gema recapacitó sobre la noche anterior y se dio cuenta de que no lo había pasado especialmente bien, pero se aguantó y comentó con sus compañeras que fue una gran noche.

Han pasado ya años desde aquello. Gema se integró perfectamente con sus compañeras y luego con los amigos de estas. Sin embargo, nunca fue tan feliz como antes. Simuló ser una persona normal que se lo pasa bien según las normas pactadas de la sociedad. Pero en secreto añoraba aquellos tiempos en los que, encerrada en su habitación, entre lágrimas y depresiones, era feliz imaginándose una vida diferente en la que se divertía saliendo de fiesta y haciendo todas esas cosas que se supone los jóvenes deben hacer.

Wednesday, May 10, 2006

Vidas anónimas (II)

Era jóven cuando la televisión empezó. Contaba apenas con cinco veranos sobre su cuerpo cuando su padre compró uno de los primeros televisores en color. Pasaron años desde aquello. Concretamente trece años y dos nuevos televisores después decidió que no quería estudiar ninguna carrera, si no que quería dedicarse a la televisión para que todos le conocieran.
Han pasado muchisimos años desde entonces. Por hacer un breve resúmen, digamos que su carrera televisiva tubo altibajos, pero que permaneció en antena, día tras día hasta ayer.

Hoy ya nadie le recuerda. Apenas han pasado 24 horas y nadie se dá cuenta de que falta. No han hecho ningún comentario en el telediario de su cadena ni han dicho nada en los periódicos. La gente no se pregunta que fue de él ni por qué se marchó sin despedirse. Simplemente, cerró la puerta, hizo un fade-out y desapareció.

Espero que eso no sea morir de fama.

Fotografías cortesía de look at me

Hola y adiós

Mi cabeza vaga por cada rincón del corazón buscando una razón para olvidar. Las noches son eternas y los días, demasiado luminosos. El corazón se me acelera cuando recuerdo nuestros paseos por Roma y cómo, por casualidad, llegamos a encontrar el rincón más marvilloso del mundo en forma de fontana.
También recuerdo que un día soñé con ser Bogart y despedirte desde la pista de aterrizaje. A ti no te hacían ilusión las despedidas. Yo estaba demasiado acostumbrado a ellas como para no saber apreciarlas. Porque, cuando uno dice adiós, también está diciendo hola, aunque sin saber muy bien a qué o a quién.
Mi cabeza vuelve a vagar, aunque quizá ahora vagabundea. Su destino es tan infinito como desconocido. Tú, que me enseñaste a no pensar en el futuro, ahora me tienes pendiente de él. Pero me da igual. El futuro, a veces, es tan incierto como un pasado del que sólo se destilan viejas y empolvadas palabras. O mentiras. Todo se confunde en el desván de los sentimientos.
Mi cabeza vuelve a mi habitación. Ahora hablo de cómo olvidarte. Un segundo. Ya te he olvidado. Era tan difícil como decir adiós para decir hola. Hola. Me llamo Carlos y estoy encantado de conocerte, preciosa. ¿Sabes que me gustaría ser Bogart...?

Al cielo

No sé cómo llegué a este lugar. Tampoco sé, a ciencia cierta, cómo lograré salir. El caso es que estoy y tú estás. Que ambos estamos. Tenemos suerte, así que sonríe. No todo el mundo es capaz de sobrevivir en esta jungla en la que los monos son coches y los leones, motocicletas. También hay elefantes, pero en forma de autobús urbano.
Quizá, mañana, me sorprendas al llegar a casa con un bocata de calamares. No lo sé. Sé que es difícil, que no tenemos dinero, que la vida está muy cara y que un billete de metro nos prohíbe comprar El País cada día. Sé, también, que estoy arriesgando una lata de coca-cola por haber venido al cíber a contar todo esto. Tal vez nunca llegues a leer esto, porque prefieres ahorrar. En sentimientos y en euros.
No te amargues. No sufras porque en esta ciudad nadie mire a los ojos, porque en el metro o en el bus todo el mundo vaya cabizbajo, inundado de sus propios pensamientos. Este lugar es así. Decidimos arriesgar por un sueño. Lo sé. Mi maldita cabezonería nos empujó. Pero, ya sabes que prefiero pedir perdón antes que pedir permiso. Querrámonos. Y no olvidemos que, por muy duras que sean ahora nuestras vidas, nos aguarda un futuro mejor. Ya lo sabes: de Madrid, al cielo.

Palabras para Paloma

No sé como llegó hasta allí. Cuando la encontré estaba semienterrada en la nieve, inmóvil como si estuviese muerta. Ni siquiera tiritaba.
La recogí con cuidado, procurando no moverla con brusquedad; sin embargo, algún movimiento hice mal y se sobresaltó. Temí haberle hecho daño, haber apretado demasiado, así que decidí cogerla con más suavidad aún... como si se tratase de una flor. Ella pareció agradecer ese gesto y cerró sus pequeños ojitos mientras posaba su cabeza sobre mi brazo. La cubrí con mi bufanda.
Cuando llegamos a casa tú dijiste que qué era eso que tenía entre mis brazos. Te la mostré al tiempo que te dije que tuvieses cuidado de no asustarla. Tu único comentario fue "que asco".
En lo que tardó en recuperarse no parabas de quejarte de que estuviese con nosotros, decías que era asquerosa y que se iba a morir mientras yo la entablillaba y alimentaba. Sé que la insultabas y que ella se sentía mal por eso, pero también sé que a mi me quería; que estaba agradecida por mis cuidados y que sabía que no permitiría que le hicieses daño.
Finalmente, tras dos semanas, se recuperó completamente y se marchó volando. Tú volaste también al poco tiempo, con un tipo bastante más alto que yo, y con bastante más dinero también.
Es duro ver como las cosas más bellas y más horribles comparten el mismo nombre y el mismo destino. Esa paloma vino hasta mí cuando más me necesitaba; tú, Paloma, también viniste en esas circunstancias. Esa Paloma se marchó cuando ya no le fui necesario; tú, Paloma, también te fuiste cuando ya no me necesitabas. Sin embargo, sé que ella volverá en primavera; como también sé que tú no volverás jamás.

Monday, February 13, 2006

Secuencia

Llegar a casa. Fregar. Hola. Tenémos listo su encargo. Pasaré mañana. Escribir. No dormir apenas.
Levantarme. Frío, oscuro. Verte. Hasta luego. Documentación informativa. Café. Cigarro. Tos. Comida. Dormir. Le recordamos que su encargo está listo. Café. Hola mama. Sol. Calor. Cigarro. Tos. Son 50 Euros. Prisa. Hola. Adios. Prisa. Escondite. Tos. Anillo y Flores. Hola. Te odio. Adios. Portazo. Café. Teléfono. Dormir.
Frío. Gorro y guantes. Estación de Autobús. Calle larga. Semáforo Rojo. Semáforo Rojo. Semáforo Verde. Calor. Película. Sueño. Prisas. Fotocopias. Teléfono. Lo siento. Yo también. Correr. Frío. Flores marchitas. Escodite. Verguenza. Besos. Hola. Sorpresa. Flores. Anillo. Besos. Dormir caliente.
Despertarme. Calor. Besos. Hastaluego. Prisas. Semáforo Rojo. Semáforo Rojo. Camión. Semáforo Rojo. Negro. Hospital. Le llamamos para informarle que su novio está en la UVI. Prisas. Llanto.
Fundido en Negro y Fin.

Tuesday, May 17, 2005

La vecina

Durante años fue una joven con sentido común. Pero la vida universitario tuvo sus riesgos. Las fiestas en el puerto marítimo de la capital mediterránea pasaban factura. Pero quien más sufría era su tabique. Aún quedaban dos años para abandonar la ciudad de su fin y cada vez era más necesario el dinero. Hasta que un día se fijó en el espejo. Vio una chica guapa. Supo que su cuerpo se vendería bien. A partir de entonces su pequeño frente al horizonte fue un ir y venir de hombre. Más que hombres, depósitos de esperma.
En una de esas tardes, fingía gemidos estruendosos sobre un tipo gordo, peludo y de pene perezoso. Pero, de pronto, cuando actuaba aquel éxtasis, oyó un ruido seco. Un disparo. En aquel instante supo que venía del piso de su extraño vecino. Apurada, acongojada, corrió en busca de ese hombre a quien había hecho creer que el gordo del pene perezoso, cliente asiduo, era su novio. Se encontró la puerta señaladamente abierta y entró. En cuanto vio aquella imagen se lanzó por la ventana que estaba frente al vecino de vida extinta. Era el único hombre por el que había sentido verdadera atracción en toda su vida. Era el sueño de conseguir salir de aquella pesadilla en la que se había convertido su sueño.
Su cuerpo se estrelló contra la acera. Los viandantes se estremecieron en chillos. Mientras, el viento movía las palmeras. Impasibles a la desgracia lejana. Como todos.

Wednesday, April 27, 2005

Nos cruzamos por casualidad, en la Gran vía. Era ya tarde para pasear y temprano para ir borrachos. Fingimos conocernos.

-Hola!-
- Hola!!-
Tras cinco minutos de conversación ficcticia, decidimos despedirnos.
-Bueno, me alegro de verte, pero tengo que irme- dije yo.
-Yo también- respondiste.-Yo también me alegro de verte.-
-Parece mentira que llevase toda mi vida sin verte.-
-En efecto.-

Por cinco minutos nos conocimos y fuimos viejos amigos. Por cinco minutos mostramos lo fácil que es añorar a alguien, aunque en realidad sea mentira.

Sunday, April 24, 2005

Vidas anónimas (I)

Habían pasado muchos años desde que la flor de la vida se marchitó para ella. Él tenía ya 87 años. No se conocían, nunca se habían visto. Coincidieron por casualidad en aquella playa, los dos solos.
No acertaría a decir quien dio el primer paso, pero cuando se acercaron, descubrieron que se amaban desde antes de nacer. Se juraron que nunca más estarían solos.
El murió a los pocos meses, el diganóstico fue la vejez. La causa, tal vez, la soledad pasada.
Ella apenas vivió un año más. El dignóstico fue ahogamiento. La causa, la soledad presente.



Fotografías cortesía de look at me